domingo, 22 de febrero de 2015

Las primeras televisiones


Domingo 14 de Marzo de 2004

 


 
La primera televisión que yo recuerdo haber visto en el pueblo la compró (otra vez) mi tía Félix. Era una televisión usada, con armazón verde, obviamente la señal era en blanco y negro y la recepción bastante mala; había que encontrar siempre la manera de captar lo mejor posible la señal. Recuerdo algunas ocasiones en las que había algún evento importante, por ejemplo una pelea de box, en la que se tenía que invertir un buen rato a ver si la televisión quería prender y se vería bien la transmisión.

 
Mi tía instaló la TV en lo que después fue la trastienda; ella andaba siempre tan ocupada que quienes realmente la prendían eran sus sobrinos los más grandes. Yo iba y me asomaba y cuando veía que la tenían prendida me quedaba un rato. 
 
 
Las primeras televisiones eran de bulbos, lo que significaba que tardaban un rato en encenderse y también que había que preocuparse porque no se calentaran demasiado; o al menos ese era un pretexto para que luego le dijeran a uno (mi mamá lo hacía con mucha frecuencia) que había que apagarlas para dejarlas enfriar un poco.

 
Poco tiempo después mi tío Beto compró otra televisión, tipo consola; es decir con patas y con un mueble amplio. Ahí de nuevo yo estaba al pendiente de que estuviera prendida para ir a sentarme, esperando que me dejaran ver la tele un rato. La mayor parte de las veces la prendían para ver los partidos de futbol. En esa TV fue donde vimos las escenas de cuando el primer hombre arribó a la luna, también supongo que una buena cantidad de eventos de las Olimpiadas de 1968 y probablemente también partidos del Mundial de Futbol de 1970.

 
La primera televisión a color que recuerdo haber visto en el pueblo fue en octubre de 1968, cuando estaban transmitiendo los Juegos Olímpicos.  Esta TV estaba en una de las casas de los Enciso, frente al cine Bugazán. El aparato era de unas 13 pulgadas y se encontraba en un cuarto con ventana hacia la calle; así que era común ver gente pegada a la ventana tratando de ver aunque fuera un ratito esa maravilla tecnológica. En ese cuarto parecía que había una señora ya muy mayor y enferma; supongo que le habían puesto la TV para que se entretuviera, así que la escena era bastante rara: una bola de gentes asomando la cabeza por una ventana, mientras que una persona ya muy grande de edad y enferma veía el programa desde su lecho.

 
A mi me fascinaron las imágenes que se podían ver en ese aparato. Ahora a la distancia supongo que estas imágenes todavía no eran de mucha calidad en cuanto al color, pero a mi me gustaba mucho como se veía el azul del agua de la alberca olímpica. Yo creo que fue en esa TV donde vimos como “El Tibio” Muñoz ganó una medalla de oro en nado de mariposa.

 
Hubo una buena temporada en la que nosotros, y muchas otras gentes, buscábamos donde nos permitían ver la TV, a veces necesitando hacer un pequeño pago que empezó siendo de 20 centavos, “para la luz”.  Así es que recuerdo que yo llegué a ir en ese plan a la casa de Dn. Francisco Godínez, Raúl Campos; Jesús Villarruel, José Carranza, Miguel Martínez y mi tío Macario Campos.  Este último tenía un aparato bastante grande y arregló un cuarto de su casa, frente al templo de San Miguel, para acomodar una especie de bancas.  Además de lo que cobraba mi tío por la entrada, unos 20 o 30 centavos, también nos vendía una variedad de dulces. Por alguna temporada yo prefería irme ahí los domingos en lugar de entrar al cine; en parte para poder ver un programa que me gustó mucho: “La Isla de Guilligan”.  De esa manera, también tenía un poco más de posibilidades de que mi dinero me alcanzara para comprar algo de cenar con Doña Ciri.

 
En el caso de la TV de mi tío José Carranza, por un tiempo también a mis hermanas les gustaba ir para ver algunos programas con los artistas del momento: Manolo Muñoz, Enrique Guzmán, Angélica María, César Costa, Johny Laboriel, Los Rocking Devils, los Teen Tops; los Apson, entre otros.  A mi no me agradaban mucho esos programas y hasta me daba cierto coraje cuando Beto Carranza les daba por su lado a las muchachas y los sintonizaba, mientras que los chavos queríamos ver otras cosas.

 
También con mi tío José Carranza fue donde por mucho tiempo bastante gente se reunía los martes para ver la Lucha Libre.  Este era un espectáculo muy esperado durante toda la semana; era frecuente que uno pudiera llevarse un alcatraz lleno de cacahuates y estar comiendo mientras estaba la función. Como se imaginarán, en ocasiones estos cacahuates surtían efecto y esto se hacía notar en el ambiente. La lucha libre era transmitida desde la Arena Coliseo de Guadalajara y los anuncios que repetían eran casi siempre los mismos, muy repetitivos y con pocos recursos: Autotransportes la Alteña, Casa Ramírez Rábago, entre otros.

 
Había muchos luchadores que se ganaban la simpatía y admiración de nuestros paisanos: Ray Mendoza “El Indio de Mezcala”, Rolando Vera, Alfonso Dantés, “El Perro” Aguayo, “El Solitario”, entre muchos otros; de vez en cuando también venían algunos luchadores de la capital del país, como El Santo, Blue Demon y El Dr. Wagner”. Por supuesto que la gente siempre pensó que las luchas eran muy reales, y por tanto veían a estos señores como unos superdotados.

 
Poco a poco las telenovelas fueron también ganando mercado y muchas señoras se juntaban por las tardes a verlas. Una de las primeras que recuerdo fue la de El derecho de nacer o la de Corazón salvaje. A mi no me gustaron nunca, en parte porque me parecían muy exageradas y en parte también porque al principio las hacían con poco presupuesto y eran muy aburridas.
 

No recuerdo cuando fue que nosotros tuvimos la primera televisión. Supongo que debió haber sido en 1970 o a principios de 1971.

Cuando llegó la electricidad


Escrito originalmente el domingo 7 de Marzo de 2004

 


Hay bastante que platicar sobre este pasaje de la historia de San Miguelito, así que probablemente no será la última vez que nos refiramos al tema. Parece que en el pueblo hubo un tiempo por la década de los años 40 y 50 en que había electricidad. Según parece, había alguien que puso una planta y surtía con ella el servicio que básicamente consistía en electricidad para focos, probablemente no en todas las casas. No se cuando ni porqué desapareció el servicio, tal vez tenga que ver con que la Comisión Federal de Electricidad se constituyó en la única empresa autorizada para generar energía eléctrica y proveer este tipo de servicios.

 
Así que por mucho tiempo la gente añoraba que llegara la electricidad al pueblo. Yo he de haber tenido unos 11 o 12 años cuando eso sucedió; es decir, hacia 1966 o 1967. Se dieron señales con bastante anticipación, pues primero fuimos testigos de cómo se tendieron las redes de alta tensión, unos 100 metros arriba de la carretera. Mucha gente iba de curiosa a ver a como los trabajadores iban levantando las torres; increíblemente altas.
 

Tiempo después se supo que cuadrillas de trabajadores de la CFE andaban ya trabajando en otros pueblos, como Santa Cruz.  En San Miguel llegaron varios meses antes, instalando postes y tendiendo los cables. A la gente le gustaba quedarse a ver con qué facilidad perforaban los hoyos y paraban los postes, para después treparse y armar la estructura metálica.

 
Algunos de los trabajadores que llegaron en esas cuadrillas se llevaron muchachas del pueblo.  Uno de ellos fue Tomás, a quien le decían “Judas”, con la salvedad de que finalmente él se quedó a vivir en San Miguel. Creo que otra muchacha que se fue en ese tiempo con un electricista fue Adelita, la hija de Don Toño y de Doña Lupe.
 

Mi tío Enrique Vizcarra andaba entre la gente que promovió la introducción del servicio. Creo que no se metía mucho en asuntos de política, pero en esa ocasión si estuvo muy interesado. Si no recuerdo mal, en ese tiempo el Delegado Municipal era Basilio Valdivia.
 

Un día llegaron unos señores de la Comisión Federal de Electricidad preguntando por mi tío y a mi me tocó guiarlos a su casa. Me quedé un ratito a escuchar lo que platicaban y los señores le dijeron que querían planear la fecha de puesta en operación del servicio.  No recuerdo si hubo algún acto especial para esto; trataré de preguntar, porque lo más probable es que si lo haya habido, pues el acontecimiento lo merecía. El caso es que un día nos encontramos con que ya teníamos electricidad.

 
Me acuerdo que en la casa mi papá instaló el cableado él mismo, poco a poco, con mucho sacrificio, porque conseguía pedazos de cable y los pegaba; en algunas partes creo que el calibre de los cables era menor a lo que se pedía; supongo que alguien después tuvo que revisar que la instalación estuviera en condiciones de operar, pero finalmente estuvimos listos para recibir esta maravilla de servicio.

 
Por un buen tiempo, el contar con alumbrado público, pese a que eran unos focos de muy reducida intensidad, propició que la gente saliera más a las calles. Ahora era posible que los muchachos pudiéramos jugar a “los encantados” con la tranquilidad de saber mejor en qué terrenos nos metíamos; también los papás dejaban salir con más confianza a las mujercitas a la calle. Recuerdo que recién inaugurado el servicio un grupo de primos y amigos nos dedicamos a recorrer el pueblo, visitando un barrio diferente cada noche; también se daban partidos de futbol en las calles.  Desafortunadamente, esta mayor vida social se fue reduciendo con el tiempo, en la medida en que se empezaron a comprar televisiones en las casas, aunque esta ya es otra historia.

La entrada del agua potable


Escrito originalmente el Domingo 29 de febrero de 2004




Creo que fue como en 1963 o 1964 cuando se metió por primera vez la tubería de agua potable en el pueblo. En parte lo recuerdo porque fue un poco tiempo antes de la entrada de la electricidad. En ese tiempo estaba de gobernador Juan Gil Preciado, de quien mi papá comentaba que tenía alguna relación con unos parientes con quienes llegamos a vivir en Guadalajara. Es probable que la familia Cortés haya hecho alguna gestión para lograr este servicio. Yo creo que en agradecimiento por este apoyo del gobernador fue que luego se le puso el nombre de Juan Gil Preciado a la calle que va al lado de la carretera.

Recuerdo un domingo en el que mucha gente se reunió en El Tanque para inaugurar la obra que consistió en un depósito para almacenar el agua, justo arriba del cuerpo de agua de El Tanque. Luego había también un depósito un poco más abajo, por la calle que sale a la parada de autobuses, frente a la huerta que después compró el portero de las Chivas del Guadalajara: Gilberto “El Coco” Rodríguez.  Mi papá llegó ese día comentando como había estado el evento. Dijo que algún ingeniero había mencionado que el manantial de agua de donde se surtía el sistema de agua potable era prácticamente inagotable. Tengo idea de que fue en esa ocasión en la que al gobernador se le ofreció una comida en una de las huertas del barrio alto.  Convendría averiguarlo, porque no creo que hayamos tenido en otra ocasión la visita de un gobernador que se haya quedado a comer.

El sistema consistía en la instalación de una llave de agua en las principales esquinas del pueblo. De ahí la gente tenía que ir a llenar los cántaros y baldes para los diferentes usos. Visto a la distancia, ahora recuerdo como todo mundo acostumbraba tomar agua pegando directamente su boca al tubo de la llave; esto ahora nos parecería seguramente poco higiénico, pero entonces nos parecía de lo más normal.

Como se imaginarán, la introducción de este servicio fue visto como una señal indiscutible de que el pueblo estaba progresando. El agua de este sistema era bastante deliciosa; la gente se sentía orgullosa y se creía que este líquido era de mejor calidad que el que se tenía en otras localidades cercanas. Recuerdo que en más de un intento hecho por mi papá para escribir un corrido para el pueblo, incluía la mención del agua tan especial que teníamos.

Luego se vino el tiempo en que la gente tuvo mangueras en su casa. Ahí empezó el problema, pues varias señoras querían estar colgadas de la llave por largas horas, mientras se terminaba de lavar. Creo que nunca se pusieron bien de acuerdo y constantemente había pleitos; por años persistió una situación difícil, hasta que se introdujo la red casa por casa.

No recuerdo la fecha en que se introdujo la red en las casas, pero pienso que debió haber sido a principios de los 70s. La gente tuvo ya oportunidad de poner baños de regaderas y tasas para el baño en sus casas y llaves de agua instaladas directamente en las tinas de sus lavaderos y fregaderos. Para que esto fuera posible, fue necesario perforar un pozo artesiano camino a El Campo, a un lado de donde ahora está la escuela primaria.

Pese a este avance, la gente sintió que la calidad del agua nunca fue igual a la que se tuvo con el primer sistema; de ahí que todavía no hace mucho había quienes iban al depósito que está debajo de El Tanque y llenaban recipientes para tomar; dejando el agua del resto del sistema para las otras necesidades.