Escrito originalmente el domingo 7 de Marzo de 2004
Hay bastante que platicar sobre este
pasaje de la historia de San Miguelito, así que probablemente no será la última
vez que nos refiramos al tema. Parece que en el pueblo hubo un tiempo por la década de los
años 40 y 50 en que había electricidad. Según parece, había alguien que puso una
planta y surtía con ella el servicio que básicamente consistía en electricidad
para focos, probablemente no en todas las casas. No se cuando ni porqué
desapareció el servicio, tal vez tenga que ver con que la Comisión Federal
de Electricidad se constituyó en la única empresa autorizada para generar energía eléctrica y proveer este
tipo de servicios.
Tiempo después se supo que cuadrillas
de trabajadores de la CFE
andaban ya trabajando en otros pueblos, como Santa Cruz. En San Miguel llegaron varios meses antes,
instalando postes y tendiendo los cables. A la gente le gustaba quedarse a ver
con qué facilidad perforaban los hoyos y paraban los postes, para después
treparse y armar la estructura metálica.
Algunos de los trabajadores que
llegaron en esas cuadrillas se llevaron muchachas del pueblo. Uno de ellos fue Tomás, a quien le decían
“Judas”, con la salvedad de que finalmente él se quedó a vivir en San Miguel.
Creo que otra muchacha que se fue en ese tiempo con un electricista fue
Adelita, la hija de Don Toño y de Doña Lupe.
Mi tío Enrique Vizcarra andaba entre
la gente que promovió la introducción del servicio. Creo que no se metía mucho
en asuntos de política, pero en esa ocasión si estuvo muy interesado. Si no
recuerdo mal, en ese tiempo el Delegado Municipal era Basilio Valdivia.
Un día llegaron unos señores de la Comisión Federal
de Electricidad preguntando por mi tío y a mi me tocó guiarlos a su casa. Me
quedé un ratito a escuchar lo que platicaban y los señores le dijeron que
querían planear la fecha de puesta en operación del servicio. No recuerdo si hubo algún acto especial para
esto; trataré de preguntar, porque lo más probable es que si lo haya habido,
pues el acontecimiento lo merecía. El caso es que un día nos encontramos con
que ya teníamos electricidad.
Me acuerdo que en la casa mi papá
instaló el cableado él mismo, poco a poco, con mucho sacrificio, porque
conseguía pedazos de cable y los pegaba; en algunas partes creo que el calibre
de los cables era menor a lo que se pedía; supongo que alguien después tuvo que
revisar que la instalación estuviera en condiciones de operar, pero finalmente
estuvimos listos para recibir esta maravilla de servicio.
Por un buen tiempo, el contar con
alumbrado público, pese a que eran unos focos de muy reducida intensidad,
propició que la gente saliera más a las calles. Ahora era posible que los
muchachos pudiéramos jugar a “los encantados” con la tranquilidad de saber mejor
en qué terrenos nos metíamos; también los papás dejaban salir con más confianza a las mujercitas a la calle. Recuerdo que recién inaugurado el servicio un
grupo de primos y amigos nos dedicamos a recorrer el pueblo, visitando un barrio diferente cada noche; también
se daban partidos de futbol en las calles.
Desafortunadamente, esta mayor vida social se fue reduciendo con el
tiempo, en la medida en que se empezaron a comprar televisiones en las casas,
aunque esta ya es otra historia.
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