sábado, 21 de junio de 2014

La escuela primaria donde yo estudié

 (Escrito originalmente en agosto del 2008)



Foto de Araceli Martínez Cuevas

La escuela primaria a la que nosotros asistimos es la que está junto al templo y frente al zalate. Desde entonces se llamaba Escuela Rural Federal “Revolución Agraria”, nombre que me parecía muy largo, pero me gustaba. Sería interesante saber desde cuando funcionó la escuela en esas instalaciones y desde cuando se le asignó ese nombre.

Las primeras veces que yo entré a la escuela fue por algún asunto de mis hermanas, que ya estaban estudiando ahí. Una de las primeras imágenes que tengo –a lo mejor no muy agradable- involucra a mi tío Pablo, con la enorme regla que cargaba siempre y con la cual, además de ayudarse en el trazo de líneas en el pizarrón, repartía castigos y correctivos.

La visión de cómo debe impartirse la educación ha cambiado bastante con el paso de los años, pero en aquel tiempo la mayor parte de la gente no veía mal que el profesor les diera algún castigo físico a las muchachas y los muchachos, sobre todo si se lo merecían. Recuerdo haber escuchado en varias ocasiones a algunos papás que les decían a los profesores que les encargaban mucho la educación de sus hijos y que cuando fuera necesario no dudaran en darles sus “varazos”. Una vez ví también a un papá que muy orgulloso, llegó a buscar a mi tío Pablo llevándole una enorme vara de membrillo, las cuales tenían fama de causar bastante dolor.

Otras imágenes que tengo de correctivos puestos por los maestros se relacionan con alguien hincado en una esquina y con un ladrillo en cada mano. También a una profesora peinando con una escobeta a una niña que seguramente llegó a clases varios días mal peinada. Afortunadamente nosotros no teníamos problemas en ese sentido, pues mi mamá se aseguraba de que saliéramos siempre bien peinados y con el pelo fijado con agua de “nejayote” o con jugo de limón.

En el tiempo en que yo estudié estaban como profesores los maestros Santiago Ramos, de San José, que me dio clases un tiempo, creo que en primero; las maestras Chayo y María Luisa, que venían de Atequiza; así como mis tíos Angelina Cortés, María Rojas, Pablo Cortés y María Nuño.  Cuando llegué a quinto llegó otro profesor de nombre José Luis y en sexto me tocó otro profesor recién llegado, el Mtro. Ismael García Ramírez.

La Escuela tenía dos salones bastante grandes y de bóveda a la entrada, uno a cada lado del pasillo. En esos salones les daban clases principalmente a los de quinto y sexto, aunque cuando yo llegué a sexto me tocó en un salón cubierto de tejas, casi llegando a los baños. Los demás salones estaban a lo largo de un gran tejaban que salía desde las paredes del templo y le daban la vuelta a un patio que en aquel tiempo me parecía muy grande, pero seguramente no lo era.  Los baños estaban en una esquina, al fondo a la izquierda y lo que recuerdo de ellos explica porque a veces preferíamos brincarnos las cercas de los corrales.

El patio era de tierra y en el centro, pegado a una pared del templo, había un pequeño jardín, donde recuerdo que había un vástago. Pero finalmente la mayor parte de los niños nos salíamos a la calle cuando llegaba la hora del recreo, jugando en toda la cuadra que va desde la plaza hasta el templo, trepándonos al foro o a las raíces del zalate. Muchos niños acostumbraban irse a sus casas, que no estaban lejos y ahí aprovechaban para comer algo. Afortunadamente en ese tiempo circulaban pocos vehículos, pero de todos modos los profesores estaban al pendiente de que no fuera a haber algún accidente.

En los primeros años en que estuve en la escuela estaba como presidente de la república Adolfo López Mateos, quien promovió los desayunos escolares y éstos llegaron hasta nuestro pueblo. Todos los días, mi tío Federico Flores, esposo de mi tía María Nuño, llegaba con una enorme cántara en la que preparaba un espeso chocomilk, el cual se acompañaba con un crujiente bolillo. Ahora pienso que era demasiada azúcar y harina, pero me imagino que se trataba de que a los niños no nos faltaran energías para aprender.

En mis tiempos, el aseo de la escuela dependía de todos. Al terminar las clases diarias, entraban en acción los que tenían la comisión de hacer el aseo esa semana, levantando las bancas para dar una barrida y trapeada rápida. Era común que uno llegara a la casa un poco más tarde diciendo: “es que me tocó el aseo”, lo que en ocasiones era nada más pretexto.

También había que hacer el aseo en las áreas generales, como el frente de la escuela, el patio, el pasillo y los baños. Esto era más complicado, por lo que igualmente se nombraban roles para el aseo. En este caso había que levantarse muy temprano y pasar a las casas a hablarles a otros compañeros, para trabajar con rapidez y lograr que cuando todos llegaran ese día a clases ya todo estuviera bien barrido y trapeado y oliendo a creolina. Como en ese tiempo no había muchos relojes en las casas, ni siquiera radios, me tocó en más de una ocasión que alguno de mis compañeros llegara a hablarme a la casa tan temprano, que terminábamos de hacer el aseo antes de que saliera el sol. Y eso que los varoncitos éramos bastante torpes en eso de barrer y trapear, por lo que a mí me daba mucho gusto cuando también le tocaba ayudar a alguna compañera.

Así que la escuela regularmente estaba bien limpia y presentable. Cada determinado tiempo se le pedía apoyo a los de la PRISA, los fabricantes de pintura que iban a recoger el gis que se fabricaba con mi tío Beto, quienes muy solidariamente le daban una pintada al menos a la fachada. El foro se pintaba con agua de cal, revuelta con babas de nopal, tarea en la que todos participábamos. Tampoco se batallaba por gises, pues solamente había que ir a la casa de mi tío Beto, quien regalaba los que se rompían, que eran muchos.  Los pizarrones eran de cemento y se pintaban de vez en cuando con tinta,

Cuando salí de sexto año, creo que en 1966, y fui invitado a visitar México y al presidente de la república,  que ya para entonces era Gustavo Díaz Ordaz, mi tía María Nuño me dio una carta con la encomienda de entregársela al Presidente; en esa carta se le explicaba que la escuela primaria ya era insuficiente y se le pedía apoyo para que se construyera una nueva. Durante todo el viaje estuve tremendamente preocupado y nervioso pensando en cómo le iba a hacer cuando tuviera enfrente al Sr. Presidente para entregarle la carta. La verdad es que en su  momento supe que prácticamente todos los niños que iban de Jalisco y los otros estados llevaban una carta con una petición.

No puedo asegurar que la carta que entregué en México haya tenido algo que ver, pero unos dos años después se empezó a construir la escuela que funciona ahora, en terrenos que antes fueron de un campo de béisbol. No recuerdo la fecha en que dejó de funcionar la escuela en la que yo estudié la primaria, pero pienso que debió haber sido hacia 1970. Tiempo después fue remodelada para que funcionara como escuela de artes y oficios.


En esos tiempos la escuela era el centro de la vida de mi pueblo. Los profesores no solamente enseñaban a los niños, sino que se constituían en guías y líderes en todos los aspectos. Estaban al pendiente del calendario cívico e involucraban a todo el pueblo en las celebraciones de los días de fiesta, ya fuera con desfiles, festivales u otro tipo de actividades. Frente a la escuela se instalaban las casillas los días de las votaciones; ahí también llegaban brigadas de vacunación, era el punto de reunión de los ejidatarios o de otros asuntos importantes para mi pueblo. No sé en qué momento esto se fue perdiendo, supongo que en algo influyó que la escuela se haya mudado a un lugar más a la orilla, pero más bien creo que esta situación se dio en todo el país.

4 comentarios:

  1. que hermoso como narras con tanto detalle los nombres de tus maestros nos hace retroceder en el tiempo imaginando todo lo que sucedia en el lugar

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  2. que hermoso como narras con tanto detalle los nombres de tus maestros nos hace retroceder en el tiempo imaginando todo lo que sucedia en el lugar

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  3. dijo...
    que hermoso como narras con tanto detalle los nombres de tus maestros, nos hace retroceder en el tiempo imaginando todo lo que sucedia en el lugar

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