martes, 30 de marzo de 2010
Algunos datos históricos del municipio de Poncitlán
Algunos datos históricos sobre el municipio de Poncitlán.
Tomados textualmente de: Botello Aceves, Brigida del Carmen, Magdalena Heredia Mendoza y Raquel Moreno Pérez. (1987). Memoria del municipio en Jalisco. Guadalajara: Unidad Editorial, 572 p. + anexos.
Poncitlán significa: lugar de cilacayotes, junto a los chilares de la ribera, lugar del dios Ponze.
Poncitlán fue fundada por una tribu nahuatlaca que procedía de Aztlán, por los años de 1166 a 1170, a la llegada de los españoles sus habitantes eran de origen coca, y estaban gobernados por el cacique Ponzehui, Ponzetlán.
La conquista de este lugar fue obra de Pedro Almíndez Chirinos, por encomienda de Nuño de Guzmán, en febrero de 1530. El cacique recibió en el bautismo el nombre de Pedro y se le dio el apellido Ponce a semejanza del vocablo Pontzitlán. Antes de la llegada de los españoles, también vivió en Poncitlán el cacique Chapalac que por desavenencia con Ponce salió de este pueblo en 1510 y se llevó tras de sí una muchedumbre de familias que después de peregringar por varios pueblos se establecieron definitivamente en el actual Chapala.
En 1530 fue herido en Cuitzeo Cristobal de Oñate al acudir en auxilio de Nuño de Guzmán quien estuvo a punto de perecer en un combate entre sus fuerzas y los aborígenes.
En 1817 San Sebastián Santulapan fue pasto de las llamas en represalia contra los aborígenes, ya que se habían levantado en armas contra Fernando VII.
La llamada Guerra de los Camichines se verificó en 1858. Sucede que Miramón, al ser derrotado por las fuerzas liberales, arribó por este sitio y derribó casas y troncos de camichines para construir el puente que le permitió huir a través del [río] Santiago.
En 1825 tenía ayuntamiento; de 1825 hasta 1878 perteneció al 3er. Cantón de La Barca, de 1878 hasta 1991 al 1er. Cantón de Guadalajara y desde esa fecha de nuevo al 3ero.
Fue erigido en municipio por decreto del día 27 de mayo de 1886, ese mismo año, el 5 de octubre, fue suprimido. El 21 de febrero de 1888 se erigió por segunda vez en municipio por decreto número 277.
lunes, 29 de marzo de 2010
San Miguel en el Siglo XVI
San Miguel en la Relación Geográfica de la Nueva Galicia del Siglo XVI.
En la segunda mitad del Siglo XVI, el Rey Felipe II determinó que era importante tener una mejor idea de las condiciones en que se encontraban los territorios recién conquistados y ordenó la integración de un estudio. Por Real Cédula de mayo de 1577, instruyó a autoridades civiles y religiosas a dar respuesta a un cuestionario de 50 preguntas. Las autoridades de la Nueva Galicia participaron responsablemente y uno de los cuestionarios presentó información sobre Poncitlan y Cuizeo y de ahí está tomada la información que enseguida se incluye. La mayor parte de estos cuestionarios fueron contestados entre 1579 y 1582 ; sin embargo, el documento que aquí se presenta fue terminado de integrar en 1585.
Aunque no tengo total certeza de ello, al parecer el documento del que yo tengo una copia pertenece a la siguiente obra:
Paso y Troncoso, Francisco del. Papeles de la Nueva España. Relaciones geográficas de Galicia, Vizcaya y León. 2da. Serie: Geografía y Estadística. México: Suplementos publicados por Vargas Rea, 1947-1948.
En el texto que sigue se han incluido básicamente los apartados en los que se habla de nuestro pueblo. Como podrá observarse, se ha tratado de respetar la forma de escribir de la época. Algunas notas aclaratorias hechas por mí están incluidas entre corchetes.
12. - Al dozeno capítulo: Del dicho pueblo de Poncitlan a San Miguel ay una legua y del dicho pueblo de San Miguel a Zacatlan [puede ser San Jacinto] otra legua y del dicho pueblo de Catlan al pueblo de Atotonilco otra legua, y caen hazia el poniente, rrio abajo del dicho pueblo de Poncitlan; y del dicho pueblo de Poncitlan al pueblo de Mexcala, dos leguas, y, le cae hazia el sur.
13. - Al trezeno capítulo. Poncitl quiere decir en la lengua de los naturales del sinquenta, el qual dicho nombre tenia un ydolo en quien ellos adoraban, del qual tomo el nombre el dicho pueblo. Corrompiendola le llamaron Poncitlan, como si mas claramente dixeran “lugar del diablo”, pues el dicho ydolo estavan su lugar; y la lengua que ellos hablan se llama coca y mexicana, la qual esta derramada, entre los naturales desta tierra, como la española entre todas las naciones en España y aca.
14.- Al catorzeno capítulo. Llamavase el señor de dicho pueblo de Poncitlan, Poncitl, como el dicho ydolo, y le davan su tributo y rreconocimiento del señorio que sobrellos tenia lo mismo que los demás naturales a sus señores, y hazian los mesmos sacrificios y las mesmas costumbres tenían.
15.- Al quinzeno capitulo. Governavanse por la mesma orden que los demás deste valle, y tenían guerra con Chapala, Tototlan, y con los de la comarca de Guadalajara, Tonalan, Tetlan, San Pedro, y con los tarascos: peleaban con arcos y flechas, macanas y rrodelas. Andavan los hombres en cueros y las mujeres con naguas de henequén que aspavan e hilavan de las pencas de maguei, y agora andan vestidos de manta y camisa y zaraquel de algodón de la tierra, y de rropa de Castilla: lienzo, paño, sayal. Los mantenimientos de que usavan eran tamales, tortillas y atole de maíz, y el dia de oy los vsan, juntamente los bastimentos de Castilla, y entiempo de su gentilidad vinieron [vivieron] mas sanos que agora porque no abya sino de diez a diez o de quinze a quinze años de enfermedad; y la causa dello dizen ques y fue que no abian sido trabajados ni sabían que cosa era trabajar, mas de seguir su voluntad quando y como querían porque tributo que cada vno dava a su señor era casi boluntaria y lo hazian y buscavan holgando, al tiempo que hazian sus simenteras y casa o yvan a caza.
El pueblo de San Miguel se dezia antes de la conquista en la lengua de los naturales del Taqualalanhui, y en la mexicana Tolan, quel vno y el otro quiere decir “lugar de nea o neas”, [los neas son los tules] de donde toma el dicho nombre. Eran en tiempo de su gentilidad de Caxacoc, al qual davan e tributavan lo que los demás naturales a sus señores, y tenían las mesmas adoraciones y costumbres e gobierno. Tenian guerra con los de Chapala, Tonala y con los demás pueblos, susodichos y armas, andavan desnudos, sino eran las mujeres, y se sustentaron con lo que los demás y se sustentan oy dia, e an tenido la mesma sanidad y enfermedad por la mesma cavsa que esta dicho.
(…)
16.- A los diez y seis capítulos. Estan los dichos pueblos de Poncotlan, San Miguel, Cactlan e Atotonilco en la bega y orillas de vn rrio grande cavdaloso, como esta declarado, y cercados de cerros e cordilleras de vna banda y de otra sin nombres, y su comarca del dicho pueblo de Cuiseo y sus sujetos hazia el oriente, rrio arriba; y de la otra banda del dicho pueblo e rrio, hazia el norte Santiago, Zapotlan, Tototlan, Otlatlan, todos los quales dichos pueblos están metidos en el valle que se haze entre los dichos cerros y cordilleras; y el dicho pueblo de Mexcla esta al pie de un cerro grande que le cae hazia el norte y se llama tascappoyaceo, que quiere decir “aguacero”, a cavsa que cae encima del ordinariamente, en todo el año, gotas, de agua menuda como rrociadura; y por la otra parte, hazia el poniente, labores de doña Ana Manrique y Salvador Lopez e Nicolas Ramyrez, y estancias de ganados mayores de don Diego de los Rios y Francisco de Plaza, y estancia de ganado menor de la dicha Doña Ana Manrrique.
17.- A los diez y siete capítulos. Las enfermedades que comúnmente ay entre los dichos naturales son calenturas, dolor de cabeza y cámaras de sangre; vsan por rremedios para ellas a poco mas o menos de algunas purgas de rrayzes y brebajes, de yerbas amargas o byno blanco de maguei [pulque] y mastuerzo de la tierra, martahajado e vntado el cuerpo con el zumo dello, y se echan a sudar.
19.- A los diez y nuebe capítulos. Para el dicho rrio grande caudaloso cerca del dicho pueblo de Poncitlan, y tanto, que en tiempo de aguas bale casi en el monasterio, y el pueblo mas apartado del esta como otra de dos tiros de arcabuz, y cae a los dichos pueblos hazia el norte; no tienen huertas sino qual y qual, e tienen tierras para maíz e ninguna para trigo de rregadios. (1) En Poncitlan, san Miguel y Cactlan. En Atotonilco ay muchas tierra viciosas, por la parte abajo hazia poniente, donde se pueden sembrar myll hanegas de trigo con la saca dell agua del dicho rrio grande, e muy buenas, ansi de la vna parte como de la otra del dicho rrio.
20. – A los veinte capítulos. Esta la dicha laguna ya dicha antes, de mucho pescado blanco y bagrez, en los términos del pueblo de Mexcala.
22.- A los veynte y dos capítulos. Ay rroble, enzinas y espinos en los terminos de los dichos pueblos, de que se aprovechan los naturales de leña y hazer sus casas; no tienen fruta ninguna.
23.- A los veinte y tres capítulos. Ay en todos los dichos pueblos mezquites, que la fruta dellos es como algarrobas; y capotes y aguacates y guayavos; y de Castilla algunas higueras, granados, duraznos, membrillos, y en el pueblo de San Miguel ay parras en cantidad, y en los monesterios, y se dan bien.
24.- A los veynte y quatro capítulos. Nunca tubyeron huertas, y agora tienen algunas de lechuga y coles e rravanos y mas los que viven cerca de españoles.
25, 26.- A los veynte y cinco capítulos y veynte y seys, no ay mas de las yerbas ya dichas con que se curan en sus enfermedades.
27.- A los veynte y siete capítulos. Ay lobos, leones, tigres, rraposas, gavilanes y halcones neblíes, que hacen mal en los ganados de las estancias comarcanas a los dichos pueblos de españoles, y gallinas e pollos que crian los naturales y españoles.
30.- A los treinta capítulos. Nunca tubyeron salinas: proveyan y se proveen de sal hasta oi día, de Yztlan, Atoyaque, pueblos de la nueva España y están los dichos pueblos, de Yztlan a Poncitlan, como comarcano deste partido, doze leguas y de Atoyaque otras doze, poco mas o menos; proveen asi mismo de algodón para su bestido, de bolima y de Compostela.
31. A los treinta y vn capítulos. La forma y edificios de las casas son de lodo y piedra y algunas de adove, y las hacen y dormán, como los demás naturales, con los mesmos materiales susodichos.
34. – A los treinta y quatro capítulos. Estan los dichos pueblos en la diocesi de Guadalajara y obispado della y partido; ay desde el dicho pueblo de Poncitlan a Guadalajara, nueve leguas, donde esta la catedral hazia ponyente, y es el dicho pueblo de Poncitlan y el pueblo de Cuiseo, cabecera deste dicho partido, y las leguas son largas, y por tierra llana y los caminos derechos como esta dicho.
37.- A los treinta y siete capítulos. Ay en los dichos pueblos de Poncitlan, San Miguel, Mexcala tres ospitales fundados por los frayles de la dicha orden de pocos años a esta parte.
Antonio de Medina= Ante mí Juan Martínez Scrivano= (con rubricas)
En la segunda mitad del Siglo XVI, el Rey Felipe II determinó que era importante tener una mejor idea de las condiciones en que se encontraban los territorios recién conquistados y ordenó la integración de un estudio. Por Real Cédula de mayo de 1577, instruyó a autoridades civiles y religiosas a dar respuesta a un cuestionario de 50 preguntas. Las autoridades de la Nueva Galicia participaron responsablemente y uno de los cuestionarios presentó información sobre Poncitlan y Cuizeo y de ahí está tomada la información que enseguida se incluye. La mayor parte de estos cuestionarios fueron contestados entre 1579 y 1582 ; sin embargo, el documento que aquí se presenta fue terminado de integrar en 1585.
Aunque no tengo total certeza de ello, al parecer el documento del que yo tengo una copia pertenece a la siguiente obra:
Paso y Troncoso, Francisco del. Papeles de la Nueva España. Relaciones geográficas de Galicia, Vizcaya y León. 2da. Serie: Geografía y Estadística. México: Suplementos publicados por Vargas Rea, 1947-1948.
En el texto que sigue se han incluido básicamente los apartados en los que se habla de nuestro pueblo. Como podrá observarse, se ha tratado de respetar la forma de escribir de la época. Algunas notas aclaratorias hechas por mí están incluidas entre corchetes.
12. - Al dozeno capítulo: Del dicho pueblo de Poncitlan a San Miguel ay una legua y del dicho pueblo de San Miguel a Zacatlan [puede ser San Jacinto] otra legua y del dicho pueblo de Catlan al pueblo de Atotonilco otra legua, y caen hazia el poniente, rrio abajo del dicho pueblo de Poncitlan; y del dicho pueblo de Poncitlan al pueblo de Mexcala, dos leguas, y, le cae hazia el sur.
13. - Al trezeno capítulo. Poncitl quiere decir en la lengua de los naturales del sinquenta, el qual dicho nombre tenia un ydolo en quien ellos adoraban, del qual tomo el nombre el dicho pueblo. Corrompiendola le llamaron Poncitlan, como si mas claramente dixeran “lugar del diablo”, pues el dicho ydolo estavan su lugar; y la lengua que ellos hablan se llama coca y mexicana, la qual esta derramada, entre los naturales desta tierra, como la española entre todas las naciones en España y aca.
14.- Al catorzeno capítulo. Llamavase el señor de dicho pueblo de Poncitlan, Poncitl, como el dicho ydolo, y le davan su tributo y rreconocimiento del señorio que sobrellos tenia lo mismo que los demás naturales a sus señores, y hazian los mesmos sacrificios y las mesmas costumbres tenían.
15.- Al quinzeno capitulo. Governavanse por la mesma orden que los demás deste valle, y tenían guerra con Chapala, Tototlan, y con los de la comarca de Guadalajara, Tonalan, Tetlan, San Pedro, y con los tarascos: peleaban con arcos y flechas, macanas y rrodelas. Andavan los hombres en cueros y las mujeres con naguas de henequén que aspavan e hilavan de las pencas de maguei, y agora andan vestidos de manta y camisa y zaraquel de algodón de la tierra, y de rropa de Castilla: lienzo, paño, sayal. Los mantenimientos de que usavan eran tamales, tortillas y atole de maíz, y el dia de oy los vsan, juntamente los bastimentos de Castilla, y entiempo de su gentilidad vinieron [vivieron] mas sanos que agora porque no abya sino de diez a diez o de quinze a quinze años de enfermedad; y la causa dello dizen ques y fue que no abian sido trabajados ni sabían que cosa era trabajar, mas de seguir su voluntad quando y como querían porque tributo que cada vno dava a su señor era casi boluntaria y lo hazian y buscavan holgando, al tiempo que hazian sus simenteras y casa o yvan a caza.
El pueblo de San Miguel se dezia antes de la conquista en la lengua de los naturales del Taqualalanhui, y en la mexicana Tolan, quel vno y el otro quiere decir “lugar de nea o neas”, [los neas son los tules] de donde toma el dicho nombre. Eran en tiempo de su gentilidad de Caxacoc, al qual davan e tributavan lo que los demás naturales a sus señores, y tenían las mesmas adoraciones y costumbres e gobierno. Tenian guerra con los de Chapala, Tonala y con los demás pueblos, susodichos y armas, andavan desnudos, sino eran las mujeres, y se sustentaron con lo que los demás y se sustentan oy dia, e an tenido la mesma sanidad y enfermedad por la mesma cavsa que esta dicho.
(…)
16.- A los diez y seis capítulos. Estan los dichos pueblos de Poncotlan, San Miguel, Cactlan e Atotonilco en la bega y orillas de vn rrio grande cavdaloso, como esta declarado, y cercados de cerros e cordilleras de vna banda y de otra sin nombres, y su comarca del dicho pueblo de Cuiseo y sus sujetos hazia el oriente, rrio arriba; y de la otra banda del dicho pueblo e rrio, hazia el norte Santiago, Zapotlan, Tototlan, Otlatlan, todos los quales dichos pueblos están metidos en el valle que se haze entre los dichos cerros y cordilleras; y el dicho pueblo de Mexcla esta al pie de un cerro grande que le cae hazia el norte y se llama tascappoyaceo, que quiere decir “aguacero”, a cavsa que cae encima del ordinariamente, en todo el año, gotas, de agua menuda como rrociadura; y por la otra parte, hazia el poniente, labores de doña Ana Manrique y Salvador Lopez e Nicolas Ramyrez, y estancias de ganados mayores de don Diego de los Rios y Francisco de Plaza, y estancia de ganado menor de la dicha Doña Ana Manrrique.
17.- A los diez y siete capítulos. Las enfermedades que comúnmente ay entre los dichos naturales son calenturas, dolor de cabeza y cámaras de sangre; vsan por rremedios para ellas a poco mas o menos de algunas purgas de rrayzes y brebajes, de yerbas amargas o byno blanco de maguei [pulque] y mastuerzo de la tierra, martahajado e vntado el cuerpo con el zumo dello, y se echan a sudar.
19.- A los diez y nuebe capítulos. Para el dicho rrio grande caudaloso cerca del dicho pueblo de Poncitlan, y tanto, que en tiempo de aguas bale casi en el monasterio, y el pueblo mas apartado del esta como otra de dos tiros de arcabuz, y cae a los dichos pueblos hazia el norte; no tienen huertas sino qual y qual, e tienen tierras para maíz e ninguna para trigo de rregadios. (1) En Poncitlan, san Miguel y Cactlan. En Atotonilco ay muchas tierra viciosas, por la parte abajo hazia poniente, donde se pueden sembrar myll hanegas de trigo con la saca dell agua del dicho rrio grande, e muy buenas, ansi de la vna parte como de la otra del dicho rrio.
20. – A los veinte capítulos. Esta la dicha laguna ya dicha antes, de mucho pescado blanco y bagrez, en los términos del pueblo de Mexcala.
22.- A los veynte y dos capítulos. Ay rroble, enzinas y espinos en los terminos de los dichos pueblos, de que se aprovechan los naturales de leña y hazer sus casas; no tienen fruta ninguna.
23.- A los veinte y tres capítulos. Ay en todos los dichos pueblos mezquites, que la fruta dellos es como algarrobas; y capotes y aguacates y guayavos; y de Castilla algunas higueras, granados, duraznos, membrillos, y en el pueblo de San Miguel ay parras en cantidad, y en los monesterios, y se dan bien.
24.- A los veynte y quatro capítulos. Nunca tubyeron huertas, y agora tienen algunas de lechuga y coles e rravanos y mas los que viven cerca de españoles.
25, 26.- A los veynte y cinco capítulos y veynte y seys, no ay mas de las yerbas ya dichas con que se curan en sus enfermedades.
27.- A los veynte y siete capítulos. Ay lobos, leones, tigres, rraposas, gavilanes y halcones neblíes, que hacen mal en los ganados de las estancias comarcanas a los dichos pueblos de españoles, y gallinas e pollos que crian los naturales y españoles.
30.- A los treinta capítulos. Nunca tubyeron salinas: proveyan y se proveen de sal hasta oi día, de Yztlan, Atoyaque, pueblos de la nueva España y están los dichos pueblos, de Yztlan a Poncitlan, como comarcano deste partido, doze leguas y de Atoyaque otras doze, poco mas o menos; proveen asi mismo de algodón para su bestido, de bolima y de Compostela.
31. A los treinta y vn capítulos. La forma y edificios de las casas son de lodo y piedra y algunas de adove, y las hacen y dormán, como los demás naturales, con los mesmos materiales susodichos.
34. – A los treinta y quatro capítulos. Estan los dichos pueblos en la diocesi de Guadalajara y obispado della y partido; ay desde el dicho pueblo de Poncitlan a Guadalajara, nueve leguas, donde esta la catedral hazia ponyente, y es el dicho pueblo de Poncitlan y el pueblo de Cuiseo, cabecera deste dicho partido, y las leguas son largas, y por tierra llana y los caminos derechos como esta dicho.
37.- A los treinta y siete capítulos. Ay en los dichos pueblos de Poncitlan, San Miguel, Mexcala tres ospitales fundados por los frayles de la dicha orden de pocos años a esta parte.
Antonio de Medina= Ante mí Juan Martínez Scrivano= (con rubricas)
miércoles, 24 de marzo de 2010
Viernes de Dolores
(Escrito originalmente el sábado 4 de Abril de 2009)
Los recuerdos que tengo sobre este tema son muy escasos, pero se me vinieron a la mente en días pasados, platicando con una de mis hermanas.
Los “Viernes de Dolores” eran los viernes anteriores a la Semana Santa, o sea dos días antes del Domingo de Ramos, así que era una buena forma de empezar a sentir y a celebrar la Semana Mayor.
Yo no sé si esto se siga celebrando en mi pueblo, pero sí en algunas otras partes del país, especialmente del centro y del sur. Esto a pesar de que al parecer la iglesia católica consideró hace algunos años que esta celebración se duplicaba con otra fiesta de la Virgen de los Dolores en septiembre y dejó de considerarla como parte de su calendario religioso.
No recuerdo si había alguna ceremonia en la iglesia, más bien lo primero que se me viene a la mente son los altares que se solían montar en las casas, principalmente en las de familias donde había alguna “Lolita”.
Recuerdo que a mí se me hacía rara esa celebración, porque no entendía la razón por la cual la virgen podría estar llorosa esa noche, cuando en realidad su hijo moriría hasta el viernes de la siguiente semana; además, dos días después, en el Domingo de Ramos, habría un ambiente que sería de mucha fiesta y celebración por la entrada triunfal de Jesus a Jerusalén.
El primer altar que recuerdo haber visto y el que siempre me pareció mejor era el que instalaba mi tía Félix, en el corredor de su casa. Aún me parece sentir el aroma que despedía el altar, principalmente a pino, pues mi tía le pedía a alguien para ese día que subiera al cerro y bajara pedazos de rama de pino y creo que también piñas del pino. También acomodaba sus plantas de helecho y palmas, así que el escenario quedaba muy verde y hacía un bonito contraste con las muchas veladoras que se ponían estratégicamente.
A estos altares se les conocían por mi rumbo como “incendio”, nombre que me llamaba mucho la atención y que creo que tenía que ver precisamente con lo iluminado que se veía el altar gracias a tantas veladoras.
Los altares que preparaba mi tía Félix eran los mejores en ese tiempo, por diferentes razones, una de ellas era porque el patio era bastante espacioso y porque también llegó a instalar, yo creo que con ayuda de mi primo Rubén, un sistema para circular agua, con ayuda de una bombita, lo que le daba un toque muy especial y frescura al altar. Tengo idea de que mi tía tenía en ese tiempo electricidad que le pasaba mi tío Beto gracias a la plantita de gasolina que tuvo mucho tiempo antes de que llegara la luz eléctrica al pueblo.
La virgen de los Dolores, o sea “la dolorosa” quedaba en el centro del altar y también se colocaba un crucifijo, muy cerca, para representar la razón del dolor de la virgen. Es muy posible que en el altar se colocaran otros objetos, de los cuales no tengo memoria. He leído que en algunas partes existía la costumbre de poner a germinar algunas semillas con la anticipación necesaria para que en esos días estuvieran saliendo ya los retoños en las plantitas.
Otro elemento muy ligado con esta celebración eran las aguas frescas, que igualmente colaboraban para que hubiera olores muy peculiares en esas tardes y noches. Estas aguas frescas se preparaban para ofrecerse a los visitantes y la verdad es que caían muy bien, porque para la Semana Santa en mi pueblo regularmente ya empieza a hacer bastante calor. Yo recuerdo haber visto que se sirviera y haber consumido también agua de limón, a veces con semillas de chía, pero alguien me ha comentado que también se servían de otros sabores, supuestamente con diferentes simbologías: las aguas de limón y de otros sabores agridulces significarían las lágrimas de la virgen; el agua de orchata, de color blanco, significarían su pureza y el agua de jamaica representaría la sangre de Cristo.
La gente llegaba a los altares preguntando a los anfitriones que si ya les había llorado la virgen. Creo que la pregunta venía porque había leyendas acerca de que efectivamente se habían presentado casos milagrosos en que las imágenes de la virgen empezaban a arrojar lágrimas. El sueño de muchas personas que instalaban altares era que algún día su virgen pasara a la historia por haber llorado en una noche como esas. Pero la expresión era también una forma de insinuar que se les antojaba un vaso de agua fresca, insinuación que recuerdo era atendida de inmediato y con mucho comedimiento.
A muchos niños como yo, que parecía que teníamos hambre crónica, esas celebraciones nos caían muy bien, pues nos daban oportunidad de “gorrear” al menos un vaso de agua fresca. Digo al menos uno porque parte de la tradición era visitar los diferentes altares que se instalarían ese día y aunque sabíamos que el mejor altar era el de mi tía Félix, si algo nos gustaba a nosotros era andar por las casas.
martes, 23 de marzo de 2010
Más sobre la época de la Cuaresma
(Escrito originalmente el Domingo 11 de Marzo de 2007)
Ya en otra ocasión escribí algo sobre lo que significaba la Cuaresma para la gente de San Miguel, pero creo que se puede abundar un poco más sobre el tema, pues finalmente eran 40 días diferentes al resto del año.
El inicio de la Cuaresma, a través del Miércoles de Ceniza se tomaba con mucha seriedad. Había que encontrar un momento en la mañana, a la hora del recreo en la escuela, por la tarde o por la noche, pero pocas gentes se quedaban sin ir “a tomar ceniza” y a escuchar la lapidaria frase “…. polvo eras y en polvo te habrás de convertir”.
Desde antes de que llegara la Cuaresma mucha gente ya tenía planeado algo de qué iba a guardarla. Esto significaba hacer un sacrificio especial durante los 40 días de la Cuaresma, además de los ayunos y la abolición de las carnes rojas en los viernes. Se entiende que esto de guardarse 40 días de hacer una determinada cosa que te gustara era una manera de emular el ayuno que Jesucristo tuvo en el desierto, antes de los días de su pasión y muerte.
Había gente que guardaba la cuaresma de no tomar Coca Cola, de no ir al cine, de no vestirse de determinada manera, Etc. Algunos más valientes se atrevían a prometer dejar de fumar, o de oír la novela en el radio, lo que no siempre podían cumplir. Yo recuerdo haberla guardado en dos o tres ocasiones, aunque a veces uno lo que hacía era aprovechar el estímulo adicional religioso para hacer algo que ya desde antes había pensado hacer.
Abundando un poco más sobre el tema de las comidas; era curioso como se combinaban al mismo tiempo el sacrificio de no comer carne y hasta de privarse de algunos otros alimentos, con el gusto de comer otros más comunes en esas fechas. No se comían carnes, pero la gente que podía buscaba pescado; sardinas, atún, tortas de camarón, chiles para rellenar, lentejas, habas, además de la tradicional capirotada. Además de las tortas de camarón, a mi me gustaban también bastante los chiles rellenos y las tortas de arroz.
Había gente que tomaba el asunto más en serio y se cuidaba de no tener relaciones en toda la cuaresma y hasta de no encender la radio o hacerlo con un volumen muy bajo. No había muchas fiestas por esas fechas, y menos en viernes, así que aunque no quisieran muchos jóvenes tenían que dejar de ir a bailes.
En el templo las imágenes se cubrían con una pieza de tela de color morado. Nunca entendí porqué de ese color, ni tampoco porqué se cubrían, pero si propiciaban un ambiente de mucho recogimiento.
Creo que también para esas fechas se organizaban ejercicios espirituales, en los que misioneros y sacerdotes de otras partes iban y daban largas pláticas, dividiendo a la gente en grupos de niños, jóvenes o adultos. Total que cuando llegaban los días de la semana santa había un ambiente muy religioso en buena parte de la población, aunque siempre ha habido a quienes todo esto les resultaba completamente indiferente.
Ya en otra ocasión escribí algo sobre lo que significaba la Cuaresma para la gente de San Miguel, pero creo que se puede abundar un poco más sobre el tema, pues finalmente eran 40 días diferentes al resto del año.
El inicio de la Cuaresma, a través del Miércoles de Ceniza se tomaba con mucha seriedad. Había que encontrar un momento en la mañana, a la hora del recreo en la escuela, por la tarde o por la noche, pero pocas gentes se quedaban sin ir “a tomar ceniza” y a escuchar la lapidaria frase “…. polvo eras y en polvo te habrás de convertir”.
Desde antes de que llegara la Cuaresma mucha gente ya tenía planeado algo de qué iba a guardarla. Esto significaba hacer un sacrificio especial durante los 40 días de la Cuaresma, además de los ayunos y la abolición de las carnes rojas en los viernes. Se entiende que esto de guardarse 40 días de hacer una determinada cosa que te gustara era una manera de emular el ayuno que Jesucristo tuvo en el desierto, antes de los días de su pasión y muerte.
Había gente que guardaba la cuaresma de no tomar Coca Cola, de no ir al cine, de no vestirse de determinada manera, Etc. Algunos más valientes se atrevían a prometer dejar de fumar, o de oír la novela en el radio, lo que no siempre podían cumplir. Yo recuerdo haberla guardado en dos o tres ocasiones, aunque a veces uno lo que hacía era aprovechar el estímulo adicional religioso para hacer algo que ya desde antes había pensado hacer.
Abundando un poco más sobre el tema de las comidas; era curioso como se combinaban al mismo tiempo el sacrificio de no comer carne y hasta de privarse de algunos otros alimentos, con el gusto de comer otros más comunes en esas fechas. No se comían carnes, pero la gente que podía buscaba pescado; sardinas, atún, tortas de camarón, chiles para rellenar, lentejas, habas, además de la tradicional capirotada. Además de las tortas de camarón, a mi me gustaban también bastante los chiles rellenos y las tortas de arroz.
Había gente que tomaba el asunto más en serio y se cuidaba de no tener relaciones en toda la cuaresma y hasta de no encender la radio o hacerlo con un volumen muy bajo. No había muchas fiestas por esas fechas, y menos en viernes, así que aunque no quisieran muchos jóvenes tenían que dejar de ir a bailes.
En el templo las imágenes se cubrían con una pieza de tela de color morado. Nunca entendí porqué de ese color, ni tampoco porqué se cubrían, pero si propiciaban un ambiente de mucho recogimiento.
Creo que también para esas fechas se organizaban ejercicios espirituales, en los que misioneros y sacerdotes de otras partes iban y daban largas pláticas, dividiendo a la gente en grupos de niños, jóvenes o adultos. Total que cuando llegaban los días de la semana santa había un ambiente muy religioso en buena parte de la población, aunque siempre ha habido a quienes todo esto les resultaba completamente indiferente.
domingo, 14 de marzo de 2010
Cuaresma y Semana Santa
(Escrito originalmente el domingo 11 de abril de 2003)
En el San Miguel que nos tocó vivir la llegada de la Semana Santa era algo que se anticipaba debidamente. De hecho toda la Cuaresma transformaba la vida del pueblo. Desde el inicio, en el Miércoles de Ceniza, era rara la gente que no acudía al templo a tomar ceniza, así que prácticamente todo mundo portaba ese miércoles su cruz en la frente y en ese tiempo no se veía tan mal que a muchos todavía se les notara dos o tres días después, aunque fuera señal de que no se habían bañado.
Durante toda la Cuaresma había que cuidar que el viernes la comida fuera diferente, sin carne si ésta no era de pescado. Con los limitados recursos que teníamos mi mamá buscaba prepararnos comida rica, como lentejas y habas; las tortitas de camarón eran mis preferidas, aunque este platillo si implicaba una inversión más fuerte. La capirotada no siempre era posible, ni tampoco prepararla con los ingredientes completos; recuerdo que yo buscaba entre el pan las pasas, que me gustaban bastante, aunque casi siempre eran muy pocas.
En el templo todas las figuras religiosas se cubrían con lienzos color morado y recuerdo que por mucho tiempo la costumbre era que en toda la Cuaresma no podía haber bodas, aunque no recuerdo si tampoco otros sacramentos como la Primera Comunión, bautizos y quinceañeras.
El Domingo de Ramos uno sentía que los días grandes se acercaban; era un día que a mí me parecía de fiesta (y creo que eso es lo que sucedió realmente en la vida de Cristo) mientras que en los días siguientes ya se percibía el ambiente de luto. Sin embargo, lo que quizá le daba un sabor muy especial a esos días era la combinación de momentos de tristeza y devoción con los de pachanga y diversión. Tengo la idea de que la mayor parte de la gente hacía un balance en ambas cosas: trataba de cumplir con lo que sentía que eran sus obligaciones religiosas y luego, ya con su conciencia más tranquila, se dedicaba a descansar o divertirse.
Lo común era que todo mundo trabajara solamente hasta el miércoles a medio día. Como en ese tiempo la mayoría de la gente trabajaba por un pago diario, era una semana que no le rendía a los patrones, pues prácticamente se trabajaba la mitad o menos, pero yo veía como que era un valor entendido. Mucha gente, los más católicos, evitaban bañarse en jueves y viernes, que dizque porque hacerlo significaba bañarse con la sangre de Cristo, así que aprovechaban para esto la tarde del miércoles.
A mi mamá no le agradaba que nosotros nos bañáramos en esos días, pero precisamente uno de los lugares más concurridos era El Tanque, aprovechando que el agua ya estaba un poco más tibia, después de la entrada de la primavera.
Uno de los lugares al que la gente también acudía en esos días era a pescar al río. Algunas veces, muy pocas, fui con mi papá, siendo más grande iba con mis primos y otros amigos y también sólo. En las últimas idas ya se hacía una combinación de la pesca con la diversión de llevarse una botella de vino y convivir con los amigos.
Para ir a pescar al río había que levantarse muy temprano. Recuerdo varias ocasiones en que mi mamá se tuvo que levantar para ayudarme a preparar una gorda de masa de maíz, que era lo que usábamos como cebo. Yo no sé si efectivamente era importante llegar temprano porque a esa hora era más fácil que “picaran” las carpas, como algunas gentes decían, o simplemente porque en esos días los mejores lugares se ocupaban pronto.
Para pescar había que llegar y con el mismo palo del anzuelo (un otate) abrir un espacio entre los lirios, de manera que el “testigo” quedara protegido de las corrientes. El hueco tenía que ser suficientemente grande para que uno pudiera dejar caer el anzuelo y a una buena distancia de la orilla, para que la profundidad del agua fuera adecuada. El “testigo” lo preparábamos con una rama de lirio, aquí el chiste era que quedara a una distancia adecuada del anzuelo, de manera que éste pudiera sumergirse a una profundidad conveniente. Esto lo fui aprendiendo poco a poco, viendo a otros pescadores, como mi primo Pepe, a quien siempre veía yo que le iba muy bien con la pesca. Yo creo que yo nunca fui un pescador experto, por eso tal vez aprecio más las ocasiones en que pude sacar dos o tres pescados de buen tamaño.
Lo que más abundaba en el río eran carpas, aunque cuando era muy pequeño recuerdo que llegué a ver que se sacaran también bagres, los cuales por cierto me parecieron muy feos cuando los ví por primera vez. Las carpas grandes saltaban a veces en las partes más alejadas de las orillas, por eso casi siempre lo que uno sacaba eran piezas de tamaño mediano.
Creo que el principal recurso que uno debía poner en práctica para pescar con la técnica de los anzuelos era la paciencia: había que saber esperar con mucha calma y no desesperarse si después de algún rato el “testigo” permanecía inmóvil. Era frecuente que uno se desespera y sacara el anzuelo para ver si no estaba fallando algo o para revisar si la cebada no se había desecho. Supongo que entre más hacían movimientos de este tipo había menos posibilidades de conseguir una presa, pero esto se aprende con el tiempo.
Creo que lo más enriquecedor de estas idas a pescar era que poco a poco uno va cayendo en una suerte de meditación profunda. La soledad, el brillo del agua con los primeros rayos del sol, el canto de los pájaros y graznar de los patos, el zumbido de los moscos… todo ello iba creando el ambiente propicio para que nuestra mente comenzara a divagar y moverse, principalmente hacia el futuro. Muchas veces he pensado que la gente en los pueblos tiene más oportunidades de fortalecer su carácter desde niños, simplemente porque uno pasa más tiempo sólo, platicando consigo mismo. En lo personal, creo que muchos de mis sueños y proyectos de cómo esperaba ser y lo que esperaba hacer en el futuro los dibujé en esas mañanas frente al río de San Miguel, con el pretexto de estar cuidando un anzuelo.
Yo acostumbraba ir a las diferentes ceremonias del templo en esos días; aunque en la medida en que iba creciendo ya había ocasiones en que lo hacía más por compromiso que por devoción. Recuerdo que en los días santos no sonaban las campanas, sino que pasaba un acólito sonando una especie de matraca por las principales calles; esto era algo bastante pesado, y yo diría que poco práctico, así que no me extrañó cuando dejó de hacerse.
La mayor parte de la gente buscaba irse de paseo en los días santos y ya he platicado que los lugares más concurridos para ello eran el río, en la parte de la isla, El Rancho y El Tanque. Era muy común que la gente visitara uno de estos lugares en el jueves, otro el viernes y otro el sábado. No se requería mucho para hacer un paseo, con unas latas de sardina (el atún llegó después y era considerado como algo más de lujo), galletas, tostadas o pan Bimbo; jitomates, cebolla, chiles jalapeños, refrescos o cervezas, era suficiente.
Muchos de los paseos eran organizados por familias, pero también había algunos que se organizaban por grupos de jóvenes, que se iban juntos y compartían la comida que llevaban. Algo que también era muy rico en esos casos eran los tacos de frijoles, como que el sólo hecho de sacarlos de la casa y calentarlos con brasas les daba un sabor especial; por eso se les llamaba “tacos paseados”. Lo que también era normal era que mucha gente se fuera a esos paseos sin llevar nada de comida y disimuladamente se acercaba a los grupitos esperando que alguien les ofreciera algo, lo que casi siempre sucedía.
Los jóvenes que tenían caballos se acercaban a los lugares donde había paseos con la intención de que alguna chava aceptara dar un paseo en ellos. La gente hacía comentarios poco favorables para las muchachas que tomaban un paseo a caballo y luego se perdían por un rato, pero creo que eso no les importaba mucho a las muchachas. Yo no sé si efectivamente algunos de esos paseos a caballo terminaban en situaciones como las que la gente murmuraba, pero, en términos generales, la reputación de muchas chamacas quedó en entredicho después de alguno de estos paseos de Semana Santa.
En los paseos al río había la ventaja de que casi siempre era tiempo de guasanas, así que la gente se iba a cortar algunas y a preparar unas tatemas, a veces usando como combustible las rajas de vacas, que no son otra cosa que las cacas secas. La limpieza no era algo que preocupara mucho a la gente en ese tiempo. En estas visitas al río también había caballos que podían hacer recorridos por los potreros, pero había también el atractivo de un paseo en la canoa.
En estos paseos casi nunca faltaban los grupos de jóvenes, un poco más grandes, que se separaban del resto de la gente y hacían reuniones un tanto clandestinas. Yo siempre fui curioso y me sentía con confianza de acercarme, de esta manera veía a gente que empezaba a fumar o veía como alguien sacaba una botella de vino de quien sabe donde, para compartirla con los cuates. Era también frecuente que alguien sacara una baraja y se organizaran las partidas de cartas.
En otra ocasión platicaré la costumbre que existía la noche del sábado.
En el San Miguel que nos tocó vivir la llegada de la Semana Santa era algo que se anticipaba debidamente. De hecho toda la Cuaresma transformaba la vida del pueblo. Desde el inicio, en el Miércoles de Ceniza, era rara la gente que no acudía al templo a tomar ceniza, así que prácticamente todo mundo portaba ese miércoles su cruz en la frente y en ese tiempo no se veía tan mal que a muchos todavía se les notara dos o tres días después, aunque fuera señal de que no se habían bañado.
Durante toda la Cuaresma había que cuidar que el viernes la comida fuera diferente, sin carne si ésta no era de pescado. Con los limitados recursos que teníamos mi mamá buscaba prepararnos comida rica, como lentejas y habas; las tortitas de camarón eran mis preferidas, aunque este platillo si implicaba una inversión más fuerte. La capirotada no siempre era posible, ni tampoco prepararla con los ingredientes completos; recuerdo que yo buscaba entre el pan las pasas, que me gustaban bastante, aunque casi siempre eran muy pocas.
En el templo todas las figuras religiosas se cubrían con lienzos color morado y recuerdo que por mucho tiempo la costumbre era que en toda la Cuaresma no podía haber bodas, aunque no recuerdo si tampoco otros sacramentos como la Primera Comunión, bautizos y quinceañeras.
El Domingo de Ramos uno sentía que los días grandes se acercaban; era un día que a mí me parecía de fiesta (y creo que eso es lo que sucedió realmente en la vida de Cristo) mientras que en los días siguientes ya se percibía el ambiente de luto. Sin embargo, lo que quizá le daba un sabor muy especial a esos días era la combinación de momentos de tristeza y devoción con los de pachanga y diversión. Tengo la idea de que la mayor parte de la gente hacía un balance en ambas cosas: trataba de cumplir con lo que sentía que eran sus obligaciones religiosas y luego, ya con su conciencia más tranquila, se dedicaba a descansar o divertirse.
Lo común era que todo mundo trabajara solamente hasta el miércoles a medio día. Como en ese tiempo la mayoría de la gente trabajaba por un pago diario, era una semana que no le rendía a los patrones, pues prácticamente se trabajaba la mitad o menos, pero yo veía como que era un valor entendido. Mucha gente, los más católicos, evitaban bañarse en jueves y viernes, que dizque porque hacerlo significaba bañarse con la sangre de Cristo, así que aprovechaban para esto la tarde del miércoles.
A mi mamá no le agradaba que nosotros nos bañáramos en esos días, pero precisamente uno de los lugares más concurridos era El Tanque, aprovechando que el agua ya estaba un poco más tibia, después de la entrada de la primavera.
Uno de los lugares al que la gente también acudía en esos días era a pescar al río. Algunas veces, muy pocas, fui con mi papá, siendo más grande iba con mis primos y otros amigos y también sólo. En las últimas idas ya se hacía una combinación de la pesca con la diversión de llevarse una botella de vino y convivir con los amigos.
Para ir a pescar al río había que levantarse muy temprano. Recuerdo varias ocasiones en que mi mamá se tuvo que levantar para ayudarme a preparar una gorda de masa de maíz, que era lo que usábamos como cebo. Yo no sé si efectivamente era importante llegar temprano porque a esa hora era más fácil que “picaran” las carpas, como algunas gentes decían, o simplemente porque en esos días los mejores lugares se ocupaban pronto.
Para pescar había que llegar y con el mismo palo del anzuelo (un otate) abrir un espacio entre los lirios, de manera que el “testigo” quedara protegido de las corrientes. El hueco tenía que ser suficientemente grande para que uno pudiera dejar caer el anzuelo y a una buena distancia de la orilla, para que la profundidad del agua fuera adecuada. El “testigo” lo preparábamos con una rama de lirio, aquí el chiste era que quedara a una distancia adecuada del anzuelo, de manera que éste pudiera sumergirse a una profundidad conveniente. Esto lo fui aprendiendo poco a poco, viendo a otros pescadores, como mi primo Pepe, a quien siempre veía yo que le iba muy bien con la pesca. Yo creo que yo nunca fui un pescador experto, por eso tal vez aprecio más las ocasiones en que pude sacar dos o tres pescados de buen tamaño.
Lo que más abundaba en el río eran carpas, aunque cuando era muy pequeño recuerdo que llegué a ver que se sacaran también bagres, los cuales por cierto me parecieron muy feos cuando los ví por primera vez. Las carpas grandes saltaban a veces en las partes más alejadas de las orillas, por eso casi siempre lo que uno sacaba eran piezas de tamaño mediano.
Creo que el principal recurso que uno debía poner en práctica para pescar con la técnica de los anzuelos era la paciencia: había que saber esperar con mucha calma y no desesperarse si después de algún rato el “testigo” permanecía inmóvil. Era frecuente que uno se desespera y sacara el anzuelo para ver si no estaba fallando algo o para revisar si la cebada no se había desecho. Supongo que entre más hacían movimientos de este tipo había menos posibilidades de conseguir una presa, pero esto se aprende con el tiempo.
Creo que lo más enriquecedor de estas idas a pescar era que poco a poco uno va cayendo en una suerte de meditación profunda. La soledad, el brillo del agua con los primeros rayos del sol, el canto de los pájaros y graznar de los patos, el zumbido de los moscos… todo ello iba creando el ambiente propicio para que nuestra mente comenzara a divagar y moverse, principalmente hacia el futuro. Muchas veces he pensado que la gente en los pueblos tiene más oportunidades de fortalecer su carácter desde niños, simplemente porque uno pasa más tiempo sólo, platicando consigo mismo. En lo personal, creo que muchos de mis sueños y proyectos de cómo esperaba ser y lo que esperaba hacer en el futuro los dibujé en esas mañanas frente al río de San Miguel, con el pretexto de estar cuidando un anzuelo.
Yo acostumbraba ir a las diferentes ceremonias del templo en esos días; aunque en la medida en que iba creciendo ya había ocasiones en que lo hacía más por compromiso que por devoción. Recuerdo que en los días santos no sonaban las campanas, sino que pasaba un acólito sonando una especie de matraca por las principales calles; esto era algo bastante pesado, y yo diría que poco práctico, así que no me extrañó cuando dejó de hacerse.
La mayor parte de la gente buscaba irse de paseo en los días santos y ya he platicado que los lugares más concurridos para ello eran el río, en la parte de la isla, El Rancho y El Tanque. Era muy común que la gente visitara uno de estos lugares en el jueves, otro el viernes y otro el sábado. No se requería mucho para hacer un paseo, con unas latas de sardina (el atún llegó después y era considerado como algo más de lujo), galletas, tostadas o pan Bimbo; jitomates, cebolla, chiles jalapeños, refrescos o cervezas, era suficiente.
Muchos de los paseos eran organizados por familias, pero también había algunos que se organizaban por grupos de jóvenes, que se iban juntos y compartían la comida que llevaban. Algo que también era muy rico en esos casos eran los tacos de frijoles, como que el sólo hecho de sacarlos de la casa y calentarlos con brasas les daba un sabor especial; por eso se les llamaba “tacos paseados”. Lo que también era normal era que mucha gente se fuera a esos paseos sin llevar nada de comida y disimuladamente se acercaba a los grupitos esperando que alguien les ofreciera algo, lo que casi siempre sucedía.
Los jóvenes que tenían caballos se acercaban a los lugares donde había paseos con la intención de que alguna chava aceptara dar un paseo en ellos. La gente hacía comentarios poco favorables para las muchachas que tomaban un paseo a caballo y luego se perdían por un rato, pero creo que eso no les importaba mucho a las muchachas. Yo no sé si efectivamente algunos de esos paseos a caballo terminaban en situaciones como las que la gente murmuraba, pero, en términos generales, la reputación de muchas chamacas quedó en entredicho después de alguno de estos paseos de Semana Santa.
En los paseos al río había la ventaja de que casi siempre era tiempo de guasanas, así que la gente se iba a cortar algunas y a preparar unas tatemas, a veces usando como combustible las rajas de vacas, que no son otra cosa que las cacas secas. La limpieza no era algo que preocupara mucho a la gente en ese tiempo. En estas visitas al río también había caballos que podían hacer recorridos por los potreros, pero había también el atractivo de un paseo en la canoa.
En estos paseos casi nunca faltaban los grupos de jóvenes, un poco más grandes, que se separaban del resto de la gente y hacían reuniones un tanto clandestinas. Yo siempre fui curioso y me sentía con confianza de acercarme, de esta manera veía a gente que empezaba a fumar o veía como alguien sacaba una botella de vino de quien sabe donde, para compartirla con los cuates. Era también frecuente que alguien sacara una baraja y se organizaran las partidas de cartas.
En otra ocasión platicaré la costumbre que existía la noche del sábado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)