jueves, 5 de noviembre de 2015

Días de radio

Escrito originalmente el 23 de noviembre de 2003






La radio tuvo una importancia muy fuerte en nuestras vidas cuando éramos niños. La gente tenía entonces una capacidad muy desarrollada para traducir a imágenes lo que escuchaba, por ejemplo en el caso de las novelas.

Cuando era niño, muy poca gente tenía aparatos de radio. Los primeros que fueron llegando al pueblo eran principalmente de los que traían los norteños; algunos de pilas y otros de corriente.  Los radios grandes eran de bulbos, que tardaban un ratito en calentarse y encender.

Según mis recuerdos, el primer radio que nosotros tuvimos fue un radio chiquito, portátil, que a lo mejor nos trajo mi tío Pedro Ornelas de EUA.  No se oía muy fuerte y además teníamos el problema de que lo queríamos oír todos al mismo tiempo.  Mi mamá quería escuchar novelas y mi papá llevárselo al trabajo.

Antes de eso, cuando había algún acontecimiento importante, había que buscar en donde le daban a uno la oportunidad de escuchar el radio. Apenas me acuerdo, por ejemplo de las peleas de un boxeador de Guadalajara que se llamaba José Becerra. Mucha gente buscaba reunirse donde hubiera un radio para escuchar la pelea. Recuerdo alguna ocasión varias personas en casa de mi tía Félix tratando de captar la señal de radio de una pelea (para lograrlo se cambiaba de orientación el aparato hasta encontrar en qué posición se escuchaba mejor). A veces estas peleas las transmitían en vivo, con el horario de donde pelearan nuestros paisanos, así que si peleaban en Korea o Filipinas, probablemente hubiera gente queriendo escuchar la radio en la madrugada.  Yo tenía la idea de que las dificultades para que se escuchara bien la transmisión se debían a la distancia del lugar donde se estaba realizando la pelea.

La gente de nuestro pueblo ha sido ingenua tradicionalmente. Lo comento porque creo que yo ya estaba joven cuando un día ví a una señora muy contenta, diciendo que su hijo había llegado de Tijuana y le había traído un radio que se sabía las mañanitas. Hubo quienes, cuando compraban un radio lo abrían para ver si por dentro había algunos enanitos que serían los que hablaban o cantaban.

La estación de radio que más se escuchaba era seguramente la XEW, de la cual después me di cuenta que las siglas significaban MEX, pero al revés. La programación incluía novelas (“Chucho el Roto” sería una de las más famosas) pero también programas cómicos como “El Risámetro” o “El Cochinito”.

A mi papá después le gustaba escuchar una estación de Monterrey, creo que era la XET que tenía una gran potencia de transmisión; también la “B” grande de México.

En Guadalajara había una cadena de cinco estaciones que les llamaban “Las cinco ondas de la alegría”: una era la XEHL con baladas y música de moda, otra era la XEBA, con pura música ranchera, de la que a mí hasta me avergonzaba que fuera tan popular en San Miguel; había otra de música tropical, “la cotorra” y de las demás no me acuerdo.

De esas cinco estaciones, a los jóvenes nos gustaba más la XEHL, pues tocaban la música popular, pero moderna. Recuerdo el gran gusto que me dio cuando muy niño conocí un edificio que estaba cerca del aeropuerto de Guadalajara, en donde estaba una gran antena desde donde transmitía esta estación.  La gente grande sentía que esa música estaba demasiado alocada y que debíamos de preservar nuestra identidad prefiriendo la música ranchera, como la que transmitían en la XEBA, “Radio Gallito”.

Si la HL les parecía demasiado moderna y ajena a nuestras costumbres, mucho más les parecía el Canal 58, que transmitía solamente canciones en inglés, aunque también transmitía los partidos de béisbol de los Charros de Jalisco. A algunos de mis primos les gustó por un tiempo escuchar una estación que se llamaba la XEZZ y que transmitía únicamente música instrumental; a mí en aquel tiempo no me agradaba mucho, pero es increíble la cantidad de tiempo que he invertido años después para conseguir algunas melodías que estaban de moda entonces y que tocaban en esa estación.

De niño yo desarrollé el gusto de escuchar por radio los partidos de futbol; así que muchas veces me acostaba y me quedaba dormido oyendo los partidos del Atlas o del Guadalajara, también el béisbol, con los partidos de los Charros de Jalisco. A mi papá le parecía bastante ocioso que yo gastara mi tiempo y las pilas escuchando estos partidos, pero poco a poco se fue interesando y llegó un momento en que los papeles se invirtieron y él era quien deseaba escuchar los partidos.

Al escribir esto, estuve recordando muchas de las imágenes que venían a mi mente cuando yo era niño y escuchaba el radio; tal vez muchas de ellas eran muy diferentes de la realidad; por ejemplo, después supe que los personajes de “La tremenda corte” no se parecían en nada a la imagen que yo me hice de ellos, pero ¿importa eso?


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