jueves, 5 de noviembre de 2015

Los medios de comunicación en mis tiempos

Escrito originalmente el 13 de febrero de 2011




Se me ocurrió escribir un poco sobre este tema al recordar una buena cantidad de canciones que se escuchaban en mi pueblo y que hablaban de despedidas. Y es que en aquel tiempo las despedidas eran más en serio, pues si alguien se iba lejos tenía pocas posibilidades de estar en comunicación con las personas queridas. Ya he platicado en otras ocasiones que la gente de mi pueblo veía como algo muy natural el tener que irse lejos para buscar mejores horizontes de vida; ahora pienso que eso no es justo y que se debería luchar por tener mejores oportunidades ahí y no tener que emigrar.

Algún día platicaré con más calma y trataré de hacer un listado de las canciones que hablaban de despedidas, por el momento sólo mencionaré cinco que me vienen a la mente. En más de una ocasión me tocó escuchar que en los tocadiscos públicos de San Miguel alguien que se iba a ir, o que su novia iba a dejar el pueblo, mandaba tocar la canción de “El Reloj”, de Roberto Cantoral, esa que dice: “Reloj, no marques las horas, porque voy a enloquecer, ella se irá para siempre, cuando amanezca otra vez”…. Todo el pueblo se daba cuenta y de alguna manera se solidarizaba con la pareja. Esa noche los papás de la novia le darían permiso de estar con el novio hasta más tarde.

Otras canciones que recuerdo son dos de Vicente Fernandez: una que dice “…si alguien te pregunta que si a dónde me dirijo, diles que me fui, sin saber siquiera para donde ir”. Muy triste. Otra que hablaba más bien del término de una relación, también de Chente Fernández es la que dice: “Ojalá que te vaya bonito, ojalá que se acaben tus penas”.  Más recientemente, una canción que ponían en mi pueblo quienes se iban a ir a EU era la de Leo Dan, que decía: “Adiós, adiós, mi México lindo, mañana, mañana, me voy…” También ya cuando estábamos entrando en la juventud salió una canción me parece que de Los Solitarios, que decía “Ya se va,  y no volverá, la mujer que yo más quiero, ya se va….”

Y es que una vez lejos del pueblo era difícil mantenerse en comunicación. En el pueblo no había teléfono y había que ir a Poncitlán para hacer una llamada de larga distancia desde la central telefónica, que según recuerdo residía en el negocio de Don Manuel Castellanos, el papá.  Las llamadas por cierto eran bastante caras.

Así que una opción más socorrida era el correo postal, lo que implicaba que pasaran semanas entre que alguien enviaba una carta y obtenía la respuesta. Para situaciones dizque urgentes, existía el telégrafo, pero los telegramas llegaban a Poncitlán y de ahí había que ver si algún mensajero durante el día iba al pueblo a llevar el sobre con la información muy breve que se podía enviar en un telegrama. Lo más común es que el famoso telegrama tardara dos o tres días en llegar a su destinatario.

La correspondencia postal era entonces el medio más utilizado. Todos los días la gente estaba al pendiente de que llegara el tren de las 9:00 que se detenía en el Cambio que está frente a La Constancia y dejaba un saco de lona que contenía las cartas de ese día. Creo que era don Luis Campos, papá de Victorio grande, Ramón, José Luis, Toño, Victorio y Federico el que iba a recoger la correspondencia y la llevaba a la casa de  Felipe Sánchez, que funcionaba como oficina de correo; esa función se le heredó a Abigail, que no sé si todavía tiene esa concesión.

La gente pasaba a preguntar si tenía carta y ahí las recogía si le había llegado algo. Hasta muchos años después se instrumentó que hubiera una persona (creo que Victorio chico) que hacía recorrido por el pueblo para entregar las cartas, a cambio de que la gente le pagara una cierta cantidad por cada sobre.

Incluso el correo funcionaba diferente en aquel tiempo. Recuerdo que era común que quienes recibían dinero de los paisanos que estaban en Estados Unidos dentro del mismo sobre encontraban el cheque o Money Order. Había también algunas cosas que se podían comprar o pagar por correspondencia y la gente metía los billetes dentro de los sobres, y regularmente el dinero no se perdía y la operación podía realizarse.

El teléfono llegó al pueblo primero con un servicio de larga distancia, esto fue hacia 1977. No recuerdo los detalles, pero contó mucho que en ese tiempo conocimos al Lic. Ignacio Zavala, que era el gerente de Teléfonos de México en Ocotlán y fue nuestro profesor en el CECYT. Creo que Manuel Cortés, mi primo, y yo llenamos la documentación necesaria para hacer la solicitud de contar con una caseta telefónica. Por unos diez años o más ésta fue la única opción, hasta que fue posible tener el servicio en cada casa.

Como puede observarse, la comunicación era muy diferente a lo que se ha hecho posible en los últimos 15 años gracias al Internet. Actualmente dos personas que viven a miles de kilómetros pueden mantenerse en comunicación prácticamente sin costo y enviarse fotografías e imágenes casi de tiempo real, parece cosa de fábula y la verdad es que a las personas de ahora les parece lo más normal.


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