La radio tuvo una importancia muy
fuerte en nuestras vidas cuando éramos niños. La gente tenía entonces una
capacidad muy desarrollada para traducir a imágenes lo que escuchaba, por
ejemplo en el caso de las novelas.
Cuando era niño, muy poca gente tenía
aparatos de radio. Los primeros que fueron llegando al pueblo eran principalmente
de los que traían los norteños; algunos de pilas y otros de corriente. Los radios grandes eran de bulbos, que
tardaban un ratito en calentarse y encender.
Según mis recuerdos, el primer radio
que nosotros tuvimos fue un radio chiquito, portátil, que a lo mejor nos trajo
mi tío Pedro Ornelas de EUA. No se oía
muy fuerte y además teníamos el problema de que lo queríamos oír todos al mismo
tiempo. Mi mamá quería escuchar novelas
y mi papá llevárselo al trabajo.
Antes de eso, cuando había algún
acontecimiento importante, había que buscar en donde le daban a uno la oportunidad
de escuchar el radio. Apenas me acuerdo, por ejemplo de las peleas de un
boxeador de Guadalajara que se llamaba José Becerra. Mucha gente buscaba
reunirse donde hubiera un radio para escuchar la pelea. Recuerdo alguna ocasión
varias personas en casa de mi tía Félix tratando de captar la señal de radio de
una pelea (para lograrlo se cambiaba de orientación el aparato hasta encontrar
en qué posición se escuchaba mejor). A veces estas peleas las transmitían en
vivo, con el horario de donde pelearan nuestros paisanos, así que si peleaban
en Korea o Filipinas, probablemente hubiera gente queriendo escuchar la radio
en la madrugada. Yo tenía la idea de que
las dificultades para que se escuchara bien la transmisión se debían a la
distancia del lugar donde se estaba realizando la pelea.
La gente de nuestro pueblo ha sido
ingenua tradicionalmente. Lo comento porque creo que yo ya estaba joven cuando
un día ví a una señora muy contenta, diciendo que su hijo había llegado de
Tijuana y le había traído un radio que se sabía las mañanitas. Hubo quienes, cuando
compraban un radio lo abrían para ver si por dentro había algunos enanitos que
serían los que hablaban o cantaban.
La estación de radio que más se
escuchaba era seguramente la XEW ,
de la cual después me di cuenta que las siglas significaban MEX, pero al revés.
La programación incluía novelas (“Chucho el Roto” sería una de las más famosas)
pero también programas cómicos como “El Risámetro” o “El Cochinito”.
A mi papá después le gustaba escuchar
una estación de Monterrey, creo que era la XET que tenía una gran potencia de transmisión;
también la “B” grande de México.
En Guadalajara había una cadena de
cinco estaciones que les llamaban “Las cinco ondas de la alegría”: una era la XEHL con baladas y música de
moda, otra era la XEBA ,
con pura música ranchera, de la que a mí hasta me avergonzaba que fuera tan
popular en San Miguel; había otra de música tropical, “la cotorra” y de las
demás no me acuerdo.
De esas cinco estaciones, a los
jóvenes nos gustaba más la XEHL ,
pues tocaban la música popular, pero moderna. Recuerdo el gran gusto que me dio
cuando muy niño conocí un edificio que estaba cerca del aeropuerto de
Guadalajara, en donde estaba una gran antena desde donde transmitía esta
estación. La gente grande sentía que esa
música estaba demasiado alocada y que debíamos de preservar nuestra identidad
prefiriendo la música ranchera, como la que transmitían en la XEBA , “Radio Gallito”.
Si la HL les parecía demasiado moderna y ajena a
nuestras costumbres, mucho más les parecía el Canal 58, que transmitía
solamente canciones en inglés, aunque también transmitía los partidos de
béisbol de los Charros de Jalisco. A algunos de mis primos les gustó por un
tiempo escuchar una estación que se llamaba la XEZZ y que transmitía únicamente música
instrumental; a mí en aquel tiempo no me agradaba mucho, pero es increíble la
cantidad de tiempo que he invertido años después para conseguir algunas
melodías que estaban de moda entonces y que tocaban en esa estación.
De niño yo desarrollé el gusto de
escuchar por radio los partidos de futbol; así que muchas veces me acostaba y
me quedaba dormido oyendo los partidos del Atlas o del Guadalajara, también el
béisbol, con los partidos de los Charros de Jalisco. A mi papá le parecía
bastante ocioso que yo gastara mi tiempo y las pilas escuchando estos partidos,
pero poco a poco se fue interesando y llegó un momento en que los papeles se
invirtieron y él era quien deseaba escuchar los partidos.
Al escribir esto, estuve recordando
muchas de las imágenes que venían a mi mente cuando yo era niño y escuchaba el
radio; tal vez muchas de ellas eran muy diferentes de la realidad; por ejemplo, después supe que los personajes de “La tremenda corte” no se parecían en nada
a la imagen que yo me hice de ellos, pero ¿importa eso?
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